Charles d’Hooghvorst (Carlos del Tilo), «Louis Cattiaux, un genio ignorado» (1990)
1. Presentación
Louis Cattiaux, poeta y pintor, ciertamente no era un hombre ordinario. Hace ya 36 años (en 1990) que desapareció, pero siempre permanecerá inolvidable para aquellos con quiénes intimó. Desconcertante, de reacciones imprevisibles guiadas por una lógica particular que sorprendía a sus visitantes; le gustaba chocar a la gente e incluso escandalizar, pero siempre con humor.
Era uno de esos hombres sin complejos, perfectamente libre en el mundo, que vivía intensamente el presente, al igual que un niño alegre y sin malicia. Con frecuencia charlatán y payaso, se negaba a tomarse el mundo en serio, no más que a sí mismo; nunca magistral, si enseñaba, lo hacía a la manera de un bufón, que posee el arte de decir a los que quieren oír, haciendo reír a los demás y sin que puedan ofenderse.
“Nos llamaremos incapaces, inútiles y estúpidos cuando reposemos en la contemplación del Único; o bien, nos llamaremos charlatanes, malabaristas y payasos cuando enseñemos su santa ley en el mundo. – No nos corresponde tomarnos ni exigir a los demás que lo hagan. Esto corresponde a Dios, que ve claramente lo de dentro de las criaturas”. (M. R. XX, 66-66’)
“Hemos tomado el hábito del charlatán, pues el desprecio desinteresado del mundo es menos duro de soportar que su admiración interesada – El Libro es como el arca que lleva y transmite el secreto del Único. Muchos lo llevarán, pero pocos lo penetrarán”. (M. R. XXIII, 61-61’)
“Has perdido tu vida, decían mirando mis manos vacías y nadie oía al Dios que cantaba en mi corazón”. (Poemas del Conocimiento)
Ciertamente, este Cattiaux, el verdadero, no era accesible de buenas a primeras; era imposible acercarse a él sino era a través de El Mensaje Reencontrado, la obra que tardó los catorce últimos años de su vida en escribir, o, mejor dicho, la obra de toda su vida. Trabajó durante seis años para escribir los 12 primeros capítulos (unas 100 páginas), editados en 1946; los versículos que aparecen en ellos están como concentrados al extremo, cada palabra ha sido pesada con cuidado, al igual que una quintaesencia destilada pacientemente gota a gota, purificada a la perfección. El artista se ejercitó mucho hasta dominar su arte, que posee entonces perfectamente, pues a partir de esta época, los versículos parecen llegar a un ritmo siempre más rápido.
Tres años más tarde, en 1949, ya escribía: “Diez años han sido necesarios para escribir el Libro, así pues, ¿quién se negaría a leerlo durante el mismo tiempo antes de formular preguntas inútiles?”. (M. R. XVIII, 45) Escribía día tras día, versículo tras versículo como guiado, poseído por un dios secreto, no escuchando más que a él, sin distracción en el tumulto de la gran ciudad. Los versículos surgían en cualquier momento del día, transcritos inmediatamente en el primer trozo de papel que encontraba. Era como el choque de los múltiples acontecimientos de la vida cotidiana con alguna misteriosa realidad secreta que era el único en contemplar. Nada hay aquí de especulativo ni abstracto sino una experiencia encarnada. Bastaba con saber escucharle.
Ahora el hombre ha desaparecido pero nos queda su mensaje. ¿Realmente hay aquí un mensaje reencontrado o, más exactamente, el Mensaje Reencontrado? Muchos son los que lo han hojeado distraídamente, sin duda ignoraban que existe un mensaje olvidado, del mismo modo que hay una palabra perdida. Algunos, sin embargo, atraídos por un cierto perfume de verdad, se tomaron el tiempo necesario para leerlo y meditarlo. Estos pueden afirmar que «el mensaje» ha sido reencontrado.
Este mensaje no es nuevo y es lo que paradójicamente constituye su «originalidad»; eso, por cierto, parece no habérsele escapado a René Guénon. (1) No es nuevo, decimos, en el sentido de que es auténtico, procedente siempre del Origen y por lo tanto idéntico a través de la gran cadena de los maestros del saber. Si dudáis de lo que afirmamos aquí, tomaos entonces la molestia de examinar este mensaje renovado, si tenéis paciencia para ello y dejáis a un lado vuestros prejuicios, os daréis cuenta de que, en un lenguaje actual, lo que se expresa aquí es el eterno mensaje profético de los sabios de la humanidad.
Sigamos, pues, sus huellas en el conocimiento del antiguo Egipto y en el de los padres del Taoísmo, en la sabiduría de la cábala hebraica, en los misterios de la antigua Grecia, en la gnosis del hermetismo cristiano y en la del Islam, en los arcanos de la Gran Obra de los filósofos…
“Hay aquí más que una moral y más que una ascesis, más que una filosofía y más que una mística. Aquí está la llave de la restitución del hombre y del mundo en Dios”. (M. R. IX, 36’)
El espíritu de Elías no se inventa. Ciertamente los escritos de los sabios son necesarios y debemos leerlos y meditarlos creyendo en sus testimonios. Pero, ¿qué es la tradición escrita sin la actualización de la tradición oral, la única que puede devolvernos su “sentido”? Sin ésta última, podemos hablar y escribir sobre la primera con más o menos acierto, pero nuestras especulaciones inteligentes chocan siempre contra la superficie de las palabras, puesto que no sabemos de “qué” se trata en realidad.
“Este libro no es para todos, sino sólo para quiénes les es dado creer en lo increíble”. (M. R., Introducción)
“No es la obra lo que cuenta ni el obrero, sino la cosa de que hablan la obra y el obrero”. (M. R. XXIII, 58’)
“Si habéis encontrado la unidad del Único, romped las páginas del Libro y dejadlas volar al viento tarareando una alegre canción. – Si no, no os separéis de ellas ni de día ni de noche hasta que penetren vuestro entendimiento y hasta que os conduzcan al barro que no moja ni mancha nada”. (M. R. XXIII, 57-57’)
¡Qué lástima para nosotros, hombres de este final del siglo xx, si este mensaje, dicho de nuevo, no fuera oído! ¡Qué mala suerte para todos los ausentes, los adormecidos, los distraídos, los insensibles, los razonables, los provistos, los mediocres! ¿Acaso también vamos a quedarnos cortos de aceite para nuestras lámparas, como les ocurrió a las vírgenes necias?
2. Estructura del libro
El camino de liberación es visible
por todas partes en este mundo.
¡Oh, lluvia fecundante!
M. R. IV, 67’
El Mensaje Reencontrado se presenta en forma de sentencias o versículos dispuestos en dos columnas y divididos en 40 libros o capítulos. Cada uno de estos libros está precedido de dos epígrafes y termina con dos hipógrafes extraídos de las Escrituras santas de todas las naciones.
“Hablamos un lenguaje nuevo, pero volvemos a decir la única revelación antigua, ya que nadie inventa en el ARTE de Dios”. (M. R. XXXIII, 42)
“Las santas Escrituras están completas desde su comienzo, y cada nuevo libro revelado no hace más que confirmarlas sin añadir ni suprimir nada al misterio del espíritu encarnado, que constituye su fundamento sagrado”. (M. R. XX, 2)
“No disputemos a causa de ninguna religión ni de ninguna doctrina. Estudiemos asiduamente todas las Escrituras santas”. (M. R. XVI, 44’)
“Ninguna palabra de una santa Escritura contradice de hecho la palabra de otra santa Escritura. Así, Dios aparece múltiple en personas, pero, sin embargo, es único en acto y en reposo, ya que es el Ser por excelencia, es decir, el Primero y el Último en todo – Por lo tanto, debemos conocer todas las Escrituras santas y estudiarlas hasta que hayamos descubierto la identidad primera y última de la palabra inspirada. «Pensar en Dios y meditar sobre su creación es rezar y alabar a Dios.»”. (M. R. XV, 50-50’)
He aquí afirmada, sin equívoco, la universalidad de una única e idéntica revelación desde el comienzo, a través de todos los libros santos. El fanatismo no puede nacer aquí, ni el sectarismo encontrar su sitio, ya que “los que aman la antigua revelación también amarán la nueva. Los que entienden la nueva revelación también entenderán la antigua”. (M. R. XXXX, 15-15’)
3. Las dos plegarias triangulares
Todo debe empezar con la apertura del libro. Es la entrada obligada. “Su gracia descendente y su amor ascendente”. (M. R. XXXIII, 17’) Sin ellos, no hay comprensión posible de los libros santos. Una es “la santa Madre, ligera como el aire y cambiante como el agua”, el otro es “el Padre sagrado, pesado como la tierra e inmutable como el fuego. La unión de los cuatro engendra el triple Hijo, quien manifiesta la creación prodigiosa del Único”. (M. R. VIII, 38) Esta corriente descendente y ascendente es como la escalera o la cadena de oro que reúne el cielo y la tierra. Cuando el triángulo del fuego y el del agua se unen, forman la estrella de seis puntas. A aquel que, como a Jacob, le es dado contemplarla, ya no necesita libros, ni instructor, puesto que la parusía, que significa ‘presencia’, le habita, y es Ella quien le guía y le instruye.
“Hacemos observar que todos los comentarios de las palabras inscritas en el Libro son incompletos, pues los reflejos de la cosa no son la cosa misma”. (M. R. XXIV, 46’)
De hecho, este libro no requiere comentarios, pues todo aquel que se tome tiempo para meditarlo, se dará cuenta, poco a poco, que los versículos se explican y se aclaran los unos a los otros. Nuestras explicaciones son forzosamente incompletas e imperfectas, puesto que sólo podrá comentar válidamente la obra aquel que ha vivido la misma experiencia posesiva que su autor. No se trata aquí de palabras ni de especulaciones inteligentes, sino más bien de la inteligencia del corazón y en definitiva, de conocimiento, en su sentido etimológico, es decir, de “nacer por medio de” (cum nascor).
“Cada cual rehace su pequeña experiencia de ciego y cada cual propone su pequeño sistema de agonizante, sin percatarse de la inmensidad de la creación de Dios y sin sospechar la presencia de la doctrina unitiva de los maestros. – No nos rompamos la cabeza con el Libro, sino más bien el corazón, para que nuestra alma preciosa germine y fructifique ante Dios en el secreto del comienzo y del fin de todas las cosas”. (M. R. XVII, 53-53’)
4. Las dos columnas
La composición del libro en dos columnas es desconcertante. ¿Cómo deben leerse? Estas dos columnas simbólicas no pueden separarse, hay que leerlas, pues, horizontalmente, es decir, versículo 1, versículo 1′; versículo 2, versículo 2′, etcétera. Y, ¿por qué no debe separarse el lado izquierdo del lado derecho? Porque ello significaría mantener el cielo separado de la tierra. Esta enseñanza es tan antigua como la tradición misma. Recordemos las dos columnas del Templo y las del árbol sefirótico.
“Buscamos las dos columnas del Templo y las tenemos ante nuestros ojos y al alcance de nuestras manos, pero nuestros corazones están oscurecidos por el pecado de la caída y la verdad de Dios se ha retirado en el pozo del abismo”. (M. R. XXI, 19)
Según el autor, la columna de la izquierda representa el sentido terrestre y la de la derecha, el celeste. Una es, terrestre y la tenemos “al alcance de nuestras manos”, la otra es celeste y la tenemos “ante nuestros ojos”. Pero resulta que la tierra se ha separado del cielo por efecto de la caída original y el hombre está separado de Dios; sus sentidos se han vuelto groseros y la verdad adámica se ha retirado en un pozo sin fondo. Se trata del pozo de Jacob o el de la Samaritana, cubierto por una piedra pesada que sólo el servidor de Dios es capaz de apartar. Entonces la columna del cielo se junta de nuevo con la de la tierra formando una única columna representada por el versículo del medio.
“Los que ignoran al servidor de Dios, los que le olvidan y los que reniegan de él son excluidos del consejo de Dios y de su salvación. – Éstos caen en el abismo, pues cortan estúpidamente el vínculo que les une al cielo de eternidad”. (M. R. XXXVII, 13-13’)
5. La caída, el exilio y la redención
“El mundo actual no es real ni irreal, ni bueno ni malo. Está formado por una porción de la luz divina infinitamente fraccionada en las tinieblas del no ser. He aquí la caída de Lucifer y el exilio de Adán. – El retorno a Dios es como la separación de entre las tinieblas y como la reunión con la luz primordial. – He aquí la redención de Adán”. (M. R. IX, 5 a 8)
“El conocimiento del bien y del mal provocó la caída del primer dios creado. – Aprisionado en la muerte, sólo puede ser liberado por su parte que ha permanecido pura y libre en Dios”. (M. R. IV, 6 y 7)
“La mezcla general se produjo por la interrupción ínfima de la contemplación de Dios por el hombre, que quiso conocer la Nada y el Todo comiendo el fruto mezclado de muerte. – Así nació el Ser medio por la caída de una parcela del Ser luminoso en el no ser tenebroso. – La separación y la reunión se realizarán por la reagrupación de las partes vivas y por el rechazo de la porción muerta. La realización y el perfeccionamiento se operarán por la concentración de la luz y por las bodas últimas del cielo y la tierra”. (M. R. IV, 25 a 27)
“La luz primera fue sacada del caos por Dios y quintaesenciada en Adán. Este no hizo más que volver a mezclar esta luz sublime con las tinieblas exteriores del no ser; por curiosidad, presunción, vanidad y desobediencia. – El nuevo Adán, verdadero hijo de Dios que vino, viene y vendrá, separa de nuevo la luz de las tinieblas por humildad, amor y obediencia a la ley del Único. – La primera rebelión exilió al hombre en la tierra extranjera. La segunda le conduce a organizarse confortablemente en ella. La tercera le hace renunciar a este mundo y lo reconduce hacia Dios”. (M. R. XII, 33 a 35)
Tales son la caída, el exilio y la redención.
5. La ciencia de los hombres
Así, el exilio del hombre es el resultado de la mezcla de la sustancia pura, luminosa, con la mugre tenebrosa, exterior, y toda la naturaleza, es decir los tres reinos, ha sido infectada junto con él. Por eso las ciencias humanas, que por naturaleza tratan de esta mezcla, permanecen siempre imperfectas.
“La vida y la muerte están inextricablemente mezcladas en el mundo caído, y nuestras ciencias profanas son impotentes para separarlas y para exaltar la vida pura hasta el reposo de Dios”. (M. R. XXXVI, 79)
“La ciencia de los hombres organiza la fosa de la muerte, pero la ciencia de Dios nos libera de ella para siempre”. (M. R. XX, 11’)
“Todos los sabios del mundo juzgan estúpidamente la obra de Dios, porque sólo consideran la obra y no al obrero”. (M. R. II, 26)
“Su ciencia ha nacido de las interpretaciones siniestras de la enseñanza de los antiguos sabios”. (M. R. II, 33)
«Siniestra» significa izquierda; son las interpretaciones que proceden de la columna de la izquierda, separada de la de la derecha, es decir, una comprensión de la enseñanza de los antiguos sabios limitada al sentido carnal o vulgar.
6. La ciencia de Dios
¿Quién cree todavía en la existencia de una ciencia divina? Y sin embargo sólo ella es capaz de aportar un remedio al mal que nos habita en este mundo de aquí abajo.
“Ya no hay candidatos a la ciencia de Dios porque ya no hay creyentes en la omnipotencia de Dios. Así, los iniciados de Dios se han vuelto imperceptibles en el mundo, y sus adeptos han desaparecido por completo”. (M. R. XVI, 12’)
“Ni los creyentes ni los ateos sospechan que existe la ciencia de Dios oculta tras los símbolos, los escritos y las figuras de las religiones reveladas. Los que creen en ella intentan apropiársela por la astucia y la violencia. Algunos la piden a Dios en su corazón y apenas uno o dos la obtienen en el siglo”. (M. R. XXIV, 33)
“Nuestra llana razón nos sustrae la evidencia de la ciencia divina”.(M. R. V, 50)
“Para separar la almendra de la mugre que la rodea siempre hay que lavar, y es un gran secreto que la naturaleza pone diariamente en evidencia ante todos. Sin embargo, hace falta la inspiración de Dios para comprender la evidencia de la ciencia divina”.(M. R. XVI, 62′)
“La ciencia de Dios perfecciona los seres y las cosas y conduce a la libertad en la vida olorosa”.(M. R. XXIII, 65′)
“El ignorante oprime la vida y construye en la muerte. El sabio separa la muerte y perfecciona la vida. Más vale procurar salir de nuestra prisión más que intentar arreglarla e instalarnos en ella”. (M. R. X, 2-2′)
“La verdadera posesión es la ciencia de Dios experimentada en el secreto del corazón. La posesión ilusoria es la ciencia de los hombres practicada en el mundo. – El ignorante hable de suprimir el mal, el sabio se limita a separarlo y a rechazarlo a fin de glorificar el bien sin trabas”.(M. R. VIII, 18-18′)
“Estudiemos los triples misterios antiguos. Reverenciemos las doctrinas y las fábulas sagradas. Busquemos el bien que subsiste en el mal. Meditemos sobre las obras de los profetas y de los santos filósofos. Comprendamos que sólo hay un Dios, una sola ciencia y una sólo creación en todas partes y siempre. – Toda humedad será expulsada de la tierra, y el fuego consumirá la mugre inmunda hasta que la sal virginal aparezca, a la que se devolverá el agua celeste, para formar el nuevo mundo de Dios. «¿Quién nos hará oír esta palabra del comienzo y del fin de los tiempos? ¿Quién nos mostrará el germen desnudado de la creación perfecta del Señor?»”(M. R. II, 83-83′)
¿Quién, sino el misterioso servidor de Dios, el maestro de la Palabra que vuelve a religar el vínculo entre el cielo y la tierra? Las dos columnas del libro nos presentarán estos triples misterios antiguos de dos formas distintas :
“La mujer desagrega al hombre hasta el agua del aire. El hombre consolida a la mujer hasta el fuego de la tierra. De estos dos brota el infinito de la creación perfecta, que manifiesta la gloria del Único sobre la tierra de los vivos. – La licuefacción y la vegetación de la tierra son el primer misterio. La solidificación y la animación del agua forman el segundo misterio. La alianza de la primera agua con la segunda tierra constituye el tercer misterio”. (M. R. III, 82-82′)
“Conocer los tres fundamentos hereditarios del hombre es poseer la ciencia. El alma que viene de Dios, el espíritu que viene de los astros, el cuerpo que viene de la tierra. – Quien libera al hombre sepultado lo recibe todo del Padre, por medio de la Madre y del Hijo manifestados claramente. «No predicamos el viento, el humo ni la ceniza, predicamos la vida salva en alma, en espíritu y en cuerpo resucitados»”(M. R. II, 88-88′)
“¿Pensáis hacer algo bueno sin el sol, sin la luna, sin las estrellas, sin el aire, sin el agua y sin la tierra? Entonces, ignoráis la agricultura que es la ciencia de Dios”.(M. R. XXIII, 48)
“La salvación de Dios es la ciencia más experimental que pueda haber, pues es la ciencia de Dios que ha creado el mundo y los universos que lo rodean, ¡y éste no delira abstractamente en el vacío! – Volvemos a decir la revelación enorme por ser increíble: Dios envía su esencia santísima que se encarna en la purísima substancia del mundo para la salvación de toda la creación caída. Comprenda quien pueda. Experimente quien quiera. – Consideremos la NAVIDAD. Penetremos la NAVIDAD. Imitemos la NAVIDAD. adoremos la NAVIDAD. Cantemos la NAVIDAD”. (M. R.XXXVII, 53-53′-53″)
“Toda la creación de Dios puede participar en la salvación de Dios por mediación de los hijos de Dios. Así, los animales, los vegetales e incluso los minerales pueden ser restituidos en la gloria y en la inmortalidad del Único; nadie debe ignorarlo ni olvidarlo”.(M. R. XXXVII, 55)
7. La fe
“Los incrédulos no oyen al Señor porque no son los primeros en hablar a Dios. ¿Cómo les abriremos el corazón y la boca si el Señor en persona no nos ayuda? Ya que el orgullo es una coraza impenetrable bajo la cual la vida agoniza, y nadie, salvo Dios, puede romperla desde fuera o fundirla desde dentro”. (M. R. XXI, 22)
“El creyente vuelve a su manantial como el grano enterrado va hacia la luz y esto es un gran ejemplo del amor celeste y de la fe terrestre”. (M. R. IX, 21’)
“«No desesperar jamás de Dios y de uno mismo», tal es la ley de la salvación. Debemos, pues, perseverar, confiar en el Señor y actuar según su ley, ya que el acto de fe del sembrador y el acto de amor del cielo y de la tierra son los que nos salvan de la muerte. Pero ¿cuántos penetrarán este misterio y cuántos lo realizarán antes de la hora del juicio?” (M. R. XIV, 3)
“La fe ciega obtiene de Dios lo que la razón no se atreve a concebir”. (M. R. X, 5)
“La fe es como la certeza de Dios en nosotros mismos y el conocimiento es como la prueba de su presencia íntima”. (M. R. VII, 30)
“Nuestra fe no radica en una idea abstracta ni en un ideal inasible ni en el gran número de fieles ni en las obras humanas ni en los bienes de este mundo, ni en los honores religiosos o profanos ni en las ciencias de los hombres ni en los poderes de los ascetas. – Nuestra fe radica en la certeza de la naturaleza divina encarnada en la carne del mundo. Nuestra fe se nutre de la esperanza de reencontrar esta naturaleza divina sepultada en el pecado de muerte. Nuestra fe se anima por la efusión del Espíritu Santo que fecunda la naturaleza divina y así nos rehace niños de Dios, a imagen de Dios mismo”. (M. R. XXXVIII, 19-19’)
“Hay tres soluciones posibles para los hombres aquí abajo : contar únicamente con uno mismo, como hacen los ignorantes extraviados en la noche del mundo. Contar con uno mismo y con Dios, como hacen los creyentes que han oído hablar de la luz del comienzo. Contar sólo con Dios como hacen los Sabios y los Santos que conocen o se acercan al origen y al fin de todas las cosas”. (M. R. XII, 72 a 77’)
Hay, pues, dos tipos de fe: la fe de los creyentes y la que emana del don de Dios. La primera, indispensable para dar paso a la segunda, nace del recuerdo del esplendor perdido por nuestros primeros padres. Es la que empuja al creyente a empezar el peregrinaje, es decir, la búsqueda. La segunda fe es teologal, lo que significa que es dada por Dios al final del peregrinaje. Para el Islam, este don se denomina udj, se trata de «la prueba irrefutable” dada por Alá. Es también la fe de Abraham: “La certeza de la Naturaleza divina encarnada en la carne del mundo”. Sólo hay que esperar la germinación. Al igual que el carbonero, basta con mantener constante el fuego de la cocción. A imagen de la fe del sembrador que únicamente cuenta con la acción del cielo y de la tierra, ésta última fe es ciega al principio, sin embargo “sabe” que a través del cristal del atanor, verá “aparecer la luz como un punto en las tinieblas y crecer hasta el día de Dios” (M. R. XXXVII, 47’).
8. La Búsqueda
No es posible la búsqueda de Dios sin la fe en Dios. La búsqueda consiste en un todo que incluye la acción de buscar y el hecho de pedir. No lo olvidemos. La una no puede ir sin la otra, ya que el cuerpo necesita el espíritu para ser iluminado y el espíritu necesita del cuerpo para encarnarse.
“La inspiración sin la acción es impotente y la acción sin la inspiración es ciega. Ambas reunidas constituyen la perfección de la obra humana. – El arte sin la naturaleza es impotente y la naturaleza sin el arte es ciega. Ambos reunidos constituyen la perfección de la obra de Dios”. (M. R. XXXVII, 41-41’)
“¿Quién es Dios? ¿Quiénes somos nosotros? He aquí la búsqueda, la sabiduría y el reposo. – Dios es todo, el hombre es medio, la sombra no es nada. «La muerte ciertamente es lo que hiede y la vida, lo que exhala ese inolvidable perfume»”. (M. R. VI, 36-37)
“Retirándose de lo que es vano se llega rápidamente a la soledad y a la libertad necesarias para la búsqueda de Dios”. (M. R. V, 70’)
“Así pues, primero roguemos a fin de que Dios allane los senderos de nuestra búsqueda y a fin que nos descargue de las preocupaciones ajenas, volviendo nuestra fe más fuerte que la evidencia de nuestra ciega razón”. (M. R. XXIV, 38’).
“La palabra de Dios primero humilla nuestra razón luego comunica secretamente su luz al alma, antes de iluminar el espíritu, si estamos atentos y somos perseverantes en nuestra búsqueda santa”. (M. R. XVIII, 67’).
“Algunos prosiguen en secreto la búsqueda de Dios más allá de los símbolos y de las figuras, porque tienen sed de la realidad que se ve, que se toca y que se come. ¿Quién podría reprenderlos y quién osaría excluirlos de la Iglesia universal del Señor sapientísimo?” (M. R. XXI, 55).
9. La buena voluntad en Dios
“Todo lo que es molesto y complicado no es de Dios. Pero la buena voluntad utiliza lo mejor posible todo lo que se presenta, sin discutir ni juzgar temerariamente la vida que todavía está velada”. (M. R. X, 9’)
“[…] La buena voluntad en Dios utiliza lo mejor posible todo lo que se presenta, pero no desea nada. Es como la atención muy sostenida en medio de la más perfecta quietud”. (M. R. XIII, 46’)
“La buena voluntad en Dios es lo que nos salva de la muerte y la buena voluntad en nosotros mismos es lo que nos precipita en ella. En efecto, si bien ambas son ciegas, la primera, sin embargo, es guiada y se vuelve receptiva y organizadora, mientras que la segunda es errante y se vuelve anárquica y destructora”. (M. R. XV, 8’)
“La buena voluntad en Dios no violenta nada, ni siquiera a uno mismo. La buena voluntad en uno mismo lo violenta todo, incluso a Dios. «¿Quién desnuda la almendra y quién hace germinar la simiente? ¿Acaso no es el espíritu del Señor todopoderoso?»” (M. R. XVIII, 43’)
“¿Quién tendría la inteligencia de escuchar en sí mismo la voz del Altísimo y quién tendría la sabiduría de conformarse a ella? Ese vería que la mayor sumisión a Dios engendra la libertad perfecta en este mundo y en el otro”. (M. R. XVIII, 43)
Los musulmanes son “los sometidos a la voluntad de Alá”, por eso el Imán Alí, yerno de Mahoma, recorría las tribus proclamando: “Haceos musulmanes y estaréis en paz”, lo cual significa “Someteos [a la voluntad de Alá] y estaréis en paz”.
“La buena voluntad en Dios nos libra de las coacciones del mundo, ya que nos permite entender la enseñanza del Señor y suscita la acción de su Providencia oculta”. (M. R. XIX, 30’)
“[…] Los justos y los conocedores están cerca de Dios, pero los caritativos y los sencillos también lo están, y, por encima de todo, los que tienen la buena voluntad en Dios”. (M. R. XIX, 38’)
10. La Plegaria
“La plegaria vivida un minuto vale más que la lección muerta rumiada durante toda una vida”. (M. R. V, 26)
“La plegaria y la alabanza que suben hacia Dios recaen sobre nosotros en bendiciones multiplicadas, como los buenos pensamientos que enviamos a los vivos y a los desaparecidos nos vuelven en dones inesperados”. (M. R. XIX, 36)
“La plegaria es como una conversación secreta entre el Dios creado y el Dios increado, es decir, como el lazo de amor que une lo finito a lo infinito y que permite a la totalidad conocerse en Uno”. (M. R. IX, 52)
“Hay una plegaria importante y urgente que debemos repetir todos los días de nuestra vida exiliada: «Libéranos, Padre Todopoderoso, de la mugre inmunda que nos sumerge por todas partes, a fin de que resplandezcamos de nuevo en tu pureza, y fecúndanos con tu santo amor, a fin de que seamos fijados en ti por la eternidad»”. (M. R. XX, 73’’)
“El fin es como el principio pero el medio nos ilumina. «La Plegaria. La Estrella. La Piedra»”. (M. R. I, 2’)
“El final es como el principio”, ya que “Piedra”, en francés pierre, es el anagrama de “Plegaria”, en francés prière. En cuanto a la estrella del medio, véanse las dos plegarias triangulares del principio.
11. Los libros santos y sabios
“Los libros santos inspirados son los guías de la humanidad y forman la herencia más preciosa de los antepasados”. (M. R. VI, 22)
“Confrontando las doctrinas de todos los libros santos se puede descubrir la verdad del Único”. (M. R. II, 82)
“Los libros santos y sabios son muy necesarios para conocer al Señor, pero una azada y una regadera no son inútiles para acercarse a la santa Madre”. (M. R. XVIII, 23)
“Hay que decirlo y repetirlo: la revelación más auténtica, la más precisa y la más realizada del misterio de vida y de la salvación de Dios se encuentra en los libros conocidos de los profetas de Dios y en los libros desconocidos de los sabios de Dios. ¿No es nuestra religión un símbolo vivo oculto en todos los tiempos? ¿Es que ya no lo vemos? ¿Es que ya no lo oímos” (M. R. XXXVII, 48)
Citemos algunos de estos sabios de Dios, cuyos libros son desconocidos: Morieno, Geber, Llull, Valois, Filaleteo, el Cosmopolita, Valentin, Kunrath, d’Espagnet y tantos otros, muchos de los cuales no juzgaron adecuado firmar sus obras. “Los libros santos nos hablan de la Sabiduría de dentro, conocida adentro. Los libros sabios nos hablan de la Sabiduría de dentro, experimentada afuera”. (M. R. XXII, 61). Los libros santos son, pues, los que proporcionan la inteligencia del lenguaje de los libros sabios; deben estudiarse conjuntamente. Los sabios filósofos herméticos a menudo se han tratado a sí mismos de envidiosos. Según A. J. Pernety este “término debe entenderse en el sentido de que un hombre está celoso de su secreto, lo mantiene oculto […]. Pues todas sus recetas son lo que comúnmente se llama semilla para los necios […]. Así mismo, debe saberse que casi nunca lo dijeron todo enseguida y que la mayoría de ellos sólo habló de la segunda operación”. (2) ¿Quién será capaz de no extraviarse en este laberinto inextricable?
“Éstos acumulan los libros raros y persiguen los conocimientos ocultos, pero reniegan de Dios y de las santas Escrituras, que son los únicos que podrían darles la inteligencia de los textos velados y llave de los tesoros enterrados”. (M. R. XVII, 13)
12. La Muerte
“La extrema humillación de la muerte es la entrada obligatoria al esplendor de la vida celeste, pues la separación terrestre es el comienzo del cielo manifestado”. (M. R. II, 76’)
“La mortificación del cuerpo debe preparar la purificación del espíritu y la regeneración del alma. – Quien se aparta del misterio de la muerte no conocerá jamás el poder y la gloria de Dios”. (M. R. VIII, 5-5’)
“La corrupción pone toda pureza en evidencia”. (M. R. III, 15’)
“He buscado la verdad hasta en la corrupción del mundo y he separado la vida de la muerte”. (M. R. IX, 2’)
“La lisa calavera de un muerto nos refleja la verdad mejor que cualquier espejo mágico”. (M. R. IX, 12)
¡Misterioso espejo de los cabalistas!
“Hemos hecho hincapié en la muerte que tiene al mundo entre sus garras ciegas, pero también hemos puesto el dedo sobre la vida que se renueva constantemente a través de ella. – Hemos recordado la cerradura terrestre y la llave celeste que abren la puerta que abre la estancia de la vida bienaventurada, donde los hijos de Dios se regocijan de la alegría del único Esplendor por la eternidad. – Así, hemos perdido deliberadamente nuestra vida en este mundo mezclado, a fin de salvarla en el reino de Dios”. (M. R. XXXVII, 26-26’-26’’)
Hablando de filósofos profanos, un cabalista español del siglo XIII decía estas palabras: “Debéis saber que estos filósofos, cuya sabiduría alabáis, acaban allí donde nosotros empezamos”.
14. La Bendición
Bendecir es “decir bien”, al igual que maldecir es “decir mal”.
Precisamente por su generación en este mundo bajo, el hombre ha sido mal dicho. Para ser regenerado debe ser bien dicho. La palabra es regeneradora y creadora. El hombre debe ser “re-creado”.
“La palabra esencial y substancial transmitida por el maestro es lo que nos hace herederos del Altísimo, a condición de que la recibamos santamente con gratitud y no profanamente con malicia”. (M. R. XXIV, 13)
“No nos salvaremos por el trabajo de nuestras manos, por el trabajo de nuestra voluntad ni por el de nuestra inteligencia. – La bendición de Dios y la operación de su santo amor en nuestros corazones purificados son lo que realizará la obra de liberación y de resurrección”. (M. R. XXXVI, 78-78’)
Sin esta bendición, el hombre no puede liberarse de las cadenas del mal que le habita. No hay regeneración sin la transmisión del don de Dios. “La bendición de Dios es lo que envía el agua de vida, y su amor es lo que encarna el fuego santo”. (M. R. IV, 37’) Esta bendición, es el agua de vida, la gracia y la luz.
“Quien ha encontrado la luz del Señor puede abandonar el Libro; Dios lo establecerá en la paz por su amor, de la misma manera que lo ha introducido en la gracia por su bendición”. (M. R. XX, 55)
“Sin la bendición de Dios, somos totalmente impotentes para manifestar aquí abajo la vida del Señor de resurrección. – La luz de Dios primero fecundará nuestras tinieblas interiores, después, nuestras tinieblas manifestarán la luz de Dios”. (M. R.XXXVII, 54-54’)
“[…] «Quien dice una palabra a su Señor ha ganado su jornada, pero quien oye una palabra de su Señor ha ganado su vida»”. (M. R. IV, 14’)
“La cosa viene de dentro hacia fuera, pero también viene de fuera hacia dentro, y permanece en ella misma por la eternidad. – Las cosas dicen la palabra pero la palabra no es dicha por las cosas. Las palabras dicen la cosa, pero la cosa no es dicha por las palabras”. (M. R. XXXVIII, 59-59’)
Curiosa identificación entre palabra y cosa. El autor no sabía hebreo, lengua que precisamente utiliza la palabra dabar para significar a la vez “cosa”, “palabra (escrita)” y “palabra (hablada)”. (3)
“El centro del Universo reposa en el corazón del hombre, pero para liberarlo primero es necesario que el espíritu libre venga en auxilio del espíritu prisionero de las tinieblas”. (M. R. IV, 36’)
Éste le dice a su hermano: ayúdame a disolver y te ayudaré a coagular.
“El don de Dios permanece solitario en nuestro corazón y en nuestras manos, porque este pueblo se ha vuelto imbécil a fuerza de creer en su propia inteligencia, y se sacia de las obras de muerte, y rechaza la obra de vida que le es ofrecida gratuitamente”. (M. R. XXXVIII, 60)
“[…] Cántanos el NOMBRE que fuerza las puertas de la muerte”. (M. R. XIII, 16)
15. La Gracia y el Amor
“El agua de la gracia es lo que funde el corazón mortificado y separa en nosotros la vida pura de la mugre de la muerte. El fuego del amor es lo que fecunda el corazón depurado y lo multiplica en la gloria de Dios”. (M. R. XXII, 58)
“Dios es como un fuego fijo y seco, oculto en un fuego movedizo y húmedo. Quien lo descubre posee el dominio de la vida”. (M. R. IV, 48)
“La gracia es como el agua que libera y el amor es como el fuego que une. – Dios es como el agua que reúne los universos y como el fuego que los madura”. (M. R. X, 58’ y 59’)
“La bendición de Dios es lo que envía el agua de vida, y su amor es lo que encarna el fuego santo”. (M. R. IV, 37’)
“La gracia es la que salva lo que hay de bueno en nosotros. El amor es el que lo perfecciona, pero es el conocimiento quien realiza la unión misteriosa y última”. (M. R. VII, 10’)
“No hay reposo sin conocimiento. No hay conocimiento sin amor. No hay amor sin la gracia. No hay gracia sin abandono”. (M. R. XII, 32)
“El amor, que es el alimento del alma, no necesita ser digerido como la gracia y como la comida, que son los alimentos del espíritu y del cuerpo, pues ya es como el fuego divino: realizado y perfecto”. (M. R. XIV, 34’)
“El amor penetra, el amor anima, el amor exalta, el amor multiplica, el amor unifica en el esplendor. –Por la pureza de la gracia es como imantamos el amor divino y encarnamos a Dios en nosotros”. (M. R. XVIII, 66-66’)
16. El Santo y el Sabio
“La vida del sabio sale de la muerte del santo como la vida de la mariposa sale de la muerte de la oruga, que se vuelve crisálida y, después, milagro de resurrección. –Igualmente, nuestras vidas volverán a salir del caos de la disolución tenebrosa, donde se renueva el divino misterio de la creación de Dios. ¡Que los que saben reflexionar examinen esta espejo oscuro!” (M. R. XXV, 27-27’)
He aquí, de nuevo, ese famoso espejo de los santos y sabios filósofos a propósito del cual, uno de ellos dijo: «Verán la naturaleza como en un espejo, cuyo reflejo les manifestará la Sabiduría infinita del Creador que la dirige y la conduce a través de todas sus operaciones por una simple y única vía que constituye todo el misterio de la Gran Obra». (4) Por su parte, Louis Cattiaux afirmaba lo siguiente: “D’Espagnet habla del espejo que es el vestido de la esencia divina en el que se reflejan todas las cosas pasadas, presentes y futuras. El espejo de los filósofos no es un espejo que refleja como lo hace el del mundo, sino que es un espejo que permite ver a través de él, al igual que cuando los cielos se abren”.
También san Pablo hablaba como un cabalista; en su segunda Epístola a los Corintios, incluso da una precisión que los cabalistas hebreos han hecho con frecuencia: este espejo se ilumina progresivamente: “Y todos nosotros, con el rostro descubierto, reflejando como en un espejo la gloria (doxa) del Señor, somos transformados por esta misma imagen, cada vez más resplandeciente (apo doxes eis doxan: a claritate in claritatem) como conviene a la acción del Señor que es Espíritu”.
“El santo se desencarna de la muerte del mundo. El sabio se reencarna en la vida de Dios. – ¿Quién es el ignorante que los opone? ¿Quién es el conocedor que los une?” (M. R. XXV, 18-18’)
“La humildad precede.
La santidad prepara.
Las tinieblas incuban.
La muerte separa.
El exilio nos instruye.
La sabiduría realiza.
La luz brota.
La resurrección reúne.
El retorno nos fija.”
(M. R. XXV, 20 a 24’)
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“El santo liga el alma y el espíritu en Dios y supera la segunda muerte. – El sabio liga el alma, el espíritu y el cuerpo en Dios y supera la primera y la segunda muerte”. (M. R. XXIII, 77-77’)
“Hay dos vías de retorno a Dios: ya sea la disolución en la vida universal y libre, ya sea la coagulación en ella. – La primera vía es enseñada por muchos y realizada por algunos. La segunda vía es enseñada por algunos y realizada por muy pocos. – El que la separa es ignorante. El que las une es sabio”. (M. R. XXVI, 13-13’-13’’)
“¿La luz de vida no ha salido de la unión del cielo y de la tierra?. Y, ¿las dos vías de Dios no se encuentran milagrosamente unidas en ella sola? – Los profanos ignoran ambas, los medio instruidos las separan y las oponen; solamente los sabios las juntan y las unen en la unidad de Dios”. (M. R. XXXI, 41-41’)
“¿Acaso no hago bien contemplando la faz de mi Señor? ¿Acaso no hago bien exponiéndome al amor del único Esplendor? – Dame, Señor, el cuerpo imperecedero y puro, el único que puede sostener sin perjuicio tu mirada amorosa y penetrar hasta el reposo de tu santa profundidad”. (M. R. XXVIII, 15-15’)
Dos etapas pues en la obra de regeneración, la primera sería la bendición que abre, separa y purifica, es decir, la visión marial. Luego, la unión que fecunda, cuece y fija, es decir, la palabra crística. La flor y el fruto.
“[…] y nadie podrá reunirse con el Señor sin haber sido lavado por su bendición y sin haber sido reanimado por su Espíritu Santo […]”. (M. R. XIV, 3’)
17. La realización espiritual y la realización corporal
“Algunos alcanzan aquí abajo la iluminación espiritual del Señor de vida y les llamamos bienaventurados. – Pero ¿dónde están los que llegan al conocimiento corporal del único Esplendor? Y ¿cómo les llamaremos? – Los más inteligentes y los más avanzados en el estudio y en el conocimiento de los misterios de Dios sólo penetran la realización espiritual. – Es el retorno al estado libre, movedizo e incondicionado en Dios. Son los liberados de Dios. – Algunos de éstos obtienen el conocimiento de la ciencia divina y superan la realización espiritual para penetrar la realización substancial. – Es el acceso al estado libre, fijo y manifestado en Dios. Son los resucitados de Dios”. (M. R. XXXII, 32 a 44’)
“Las escuelas religiosas y las escuelas iniciáticas no deben limitar su enseñanza a la búsqueda espiritual; deben conservar el último peldaño que es la búsqueda substancial olvidada por todos”. (M. R. XXXII, 45’)
“Los más instruidos de entre los estudiantes de las santas y sabias Escrituras interpretan los misterios divinos como los símbolos de la renovación espiritual del hombre extraviado en este mundo. – ¿Cuántos entre ellos comprenden que estos santos Misterios describen también la regeneración corporal del hombre crucificado aquí abajo?” (M. R. XXXVI, 13-13’)
“Los más sabios y los más inteligentes toman las Escrituras reveladas por los tratados de historia y de moral. – Los más santos y los más inspirados toman estas mismas Escrituras reveladas por tratados de ascesis y de mística. – ¿Dónde están los sabios iluminados de Dios que también saben reconocer en ellas la ciencia oculta del único Esplendor que salva de la muerte?”. (M. R. XXXVI, 20-20’-20’’)
18. La Pureza
“El conocimiento del árbol es menos importante que el del fruto, y éste es menos útil que el conocimiento de su hueso. Finalmente, es la almendra lo que debemos conocer en su pureza, y es el germen lo que debemos manifestar en su perfección”. (M. R. II, 57’)
“Dejaremos nuestras abluciones cuando reluzcamos de pureza, y es entonces cuando el sol de Dios nos fecundará plenamente, pues lo que ofreceremos al Señor es un corazón virginal y ligero, y lo que nos dará a cambio es un corazón sembrado y denso”. (M. R. XX, 7’)
“La pureza de la substancia de la Madre es lo que nos permitirá encarnar el esplendor de la esencia del Padre y llegar a ser, de este modo, verdaderos hijos de Dios por la eternidad”. (M. R. XX, 1’)
“¿Quién presentará al Altísimo un espejo de amor y de pureza para que él habite de nuevo entre nosotros en el esplendor primero y último? – Nuestra virgen ha concebido bajo la mirada del Altísimo y nos ha dado un hijo que ha vencido la muerte y que perfeccionará a todos sus hermanos lisiados”. (M. R. XVIII, 68-68’)
“Liberemos a nuestra reina virginal y nos dará un hijo que salvará al género humano y lo restituirá en su esplendor primero. I. N. R. I.” (M. R. XX, 44’)
19. La Luz
“¿Qué hay más despreciado que la vestidura de Dios? ¿Hay algo más desconocido que la luz del sol?” (M. R. II, 11)
“Quien siembra y cosecha la luz del sol posee la más alta virtud y el mayor tesoro del mundo total”. (M. R. III, 40’)
“La luz del sol, de la luna y de las estrellas fecunda perpetuamente el agua del cielo que lleva la simiente hasta las profundidades de la tierra, de donde surge la vida de los seres y de las cosas”. (M. R. IV, 19’)
“¿Qué hay más ligero que la luz del sol? Sin embargo, ella es quien da peso a todas las cosas del mundo”. (M. R. X, 3’)
“Luz palpable. – El peso de la luz”. (M. R. Letanías de la Madre y del Hijo, 17 y 3’)
“¿No permitirás a uno de tus hijos liberados manifestar tu santa luz de vida que ilumina los espíritus y que salva las almas y los cuerpos? […]”. (M. R. XXXII, 34’)
“La luz de Dios primero fecundará nuestras tinieblas interiores, después, nuestras tinieblas manifestarán la luz de Dios”. (M. R. XXXVII, 54’)
20. El Oro
“El oro que dormita en el barro es tan puro como el que brilla en el sol”. (M. R. II, 21’)
“El amor al oro hace que se busque incluso en la inmundicia, sin embargo, pocos hombres son capaces de asirlo en el cielo y de fijarlo en la tierra”. (M. R. II, 24’)
“El oro celeste es lo que nos hace falta, ya que la enfermedad de la muerte no agota nuestros deseos”. (M. R. VI, 9’)
21. La Naturaleza
“La naturaleza está profundamente sepultada en la tierra y altamente situada en el cielo, pero existe un lugar particular donde está más oculta y más evidente que en parte alguna. – Hay aquí una gran perdición para los astutos, pero también una gran recompensa para los corazones sencillos y desapegados”. (M. R. VIII, 47’-48’)
“Nuestra vida está eternamente preñada de Dios. ¿Quién le hará aparecer antes del término de la muerte y de la resurrección del gran mundo? «La naturaleza liberará la naturaleza y el niño misterioso nacerá de la única Madre»”. (M. R. IV, 96’)
La naturaleza celeste reunida con la naturaleza terrestre forman pues la única Madre capaz de dar a luz al hijo misterioso.
“La naturaleza oculta será liberada, depurada y magnificada hasta su origen divino para convertirse en la esposa del Señor magnífico”. (M. R. VII, 57’)
“Nuestra fe radica en la certeza de la naturaleza divina encarnada en la carne del mundo. Nuestra fe se nutre de la esperanza de reencontrar esta naturaleza divina sepultada en el pecado de muerte. Nuestra fe se anima por la efusión del Espíritu Santo que fecunda la naturaleza divina y así nos rehace hijos de Dios, a imagen de Dios mismo”. (M. R. XXXVIII, 19’)
“El más grande entre los hombres es quien puede concordar la enseñanza de la naturaleza con la de los libros santos para hacer una sola cosa”. (M. R. III, 101)
“Dios nos ha dado el Libro de la naturaleza, ¡pero no lo hemos leído! – Nos ha enviado al Señor para deletreárnoslo, ¡pero no le hemos oído! – Ha realizado ante nosotros el misterio de la encarnación y el de la resurrección, ¡pero no los hemos visto! – Si nos imprime su vía blanco sobre negro ¿la percibiremos, la estudiaremos y la seguiremos? O bien, ¿diremos que tampoco la hemos recibido?” (M. R. XXIX, 50 a 51’)
En su Tratado de los tres Principios, el Cosmopolita, sabio filósofo discípulo de Hermes, se expresa sin equívocos en lo que se refiere a esta santa naturaleza: “Decía pues que la naturaleza es una, verdadera, sencilla, entera en su ser, y que Dios la ha hecho antes de todos los siglos y le ha incluido un cierto espíritu universal. Se debe saber que el término de la naturaleza es Dios, al igual que es también su principio, ya que todas las cosas terminan siempre en lo que han tomado su ser y su comienzo. He dicho que es única y que es a través de ella que Dios ha hecho todo lo que ha hecho. Todas las cosas proceden de esta sola y única naturaleza y no existe nada en el mundo fuera de la naturaleza…” Y Nicolás Valois en sus Cinco Libros añade lo siguiente: “Puesto que a través de esta naturaleza serás iluminado, si es que estás en gracia”. San Isidoro de Sevilla en sus Etimologíasda la misma definición: “La naturaleza debe su nombre a ser ella la que hace nacer las cosas. Es, por lo tanto, lo que tiene capacidad de engendrar y dar la vida. Hay quiénes han afirmado que la naturaleza es Dios, por quien todo ha sido creado y existe”. (5)
22. La Madre
“La madre universal que existe por Dios, quien la modela a su gusto. La fecundadora del cielo. La fecundada de Dios. La fecunda de la tierra. «La verdad es una maldición para quiénes se acercan a ella y no la reciben»”. (M. R. II, 71’)
“La vida eterna es la salida de uno mismo y la entrada de nuevo en Dios. «La Madre luminosa es la substancia de todo lo que vive. El Padre brillante es la esencia de todo lo que se mueve»”. (M. R. VIII, 63)
“En la fe y en la paciencia es donde la Madre es encontrada y actúa enseguida. Ella es quien libera y cura. El agua del cielo hace germinar la tierra, pero todos permanecen ciegos y sordos ante el milagro de Dios, pues se creen más inteligentes y sabios que el creador de los mundos innumerables”. (M. R. XIII, 7’)
“Os adoramos, Agua, madre de las aguas, pues el fuego viviente está en vuestro centro y sois excelente sobre todas las demás luces. El sol es vuestra producción magnífica. Santa Madre del fuego, socorrednos ahora y en la hora del paso difícil. ¡Que así sea!” (M. R. X, 60’)
“[…] «El sabio medita sobre la luz del mundo hasta encontrarla. Luego medita sobre su contenido hasta manifestarlo»”. (M. R. X, 60)
23. El NOMBRE de Dios
“El santo Nombre de Dios es una realidad viva y palpable que lo puede todo. Es un misterio que muy pocos han conocido o conocerán” (M. R. XVIII, 65’)
“El Padre-Dios es el NOMBRE de Dios inexpresado en el secreto del Agua-Dios. Dios está oculto en su NOMBRE. El Agua-Dios es el NOMBRE de Dios que desciende y sube en sí mismo. Y su NOMBRE es la vida. El Espíritu-Dios es el NOMBRE de Dios que se mueve en todos los sentidos sobre el Agua-Dios. Y su NOMBRE está vivo. El Cuerpo-Dios es el NOMBRE de Dios que se manifiesta y se fija en el Agua-Dios. Y su NOMBRE se nutre de la vida. Así, Dios es aquél que ES, por lo que ES, en lo que ES, para lo que ES”. (M. R. XXX, 22 a 25’’)
“Según suba o descienda, el NOMBRE de Dios es una bendición o una maldición, pues tiene un anverso y posee un reverso. Así, el mismo NOMBRE puede producir la vida o hacer aparecer la muerte, según la manera en que se presente a nosotros y también según la manera en que nos presentemos a él”. (M. R. XXVII, 46’)
“El que lea hasta el final el Libro de los contrarios y sepa unirlos en el NOMBRE único, doble, cuádruple y óctuple parecerá sabio a los sabios, santo a los santos y loco a los locos. Así, muchos han disertado magníficamente acerca de Dios, de sus atributos y de su creación, pero ¿cuántos han entrevisto la orla de su manto y cuántos han besado la huella de sus pasos? Pero ¿cuántos, entonces, han contemplado el esplendor de su cuerpo y cuántos, ¡oh, estupor!, han saboreado las delicias de su corazón?” (M. R. XIII, 38’)
24. El Conocimiento
“El conocimiento especulativo es, respecto al saber posesivo, lo que una pata de palo es a un miembro sano”. (M. R. VIII, 35’)
“Todo reposa en nuestro corazón, en nuestro espíritu y en nuestras manos. Pocos lo creen, algunos lo presienten y sólo uno lo experimenta”. (M. R. VIII, 36’)
“Todo conocimiento no experimentado es nulo porque no tiene efecto”. (M. R. IX, 10)
“Los ojos del espíritu perciben fácilmente la evidencia de la eternidad y las manos del conocimiento la manifiestan sin esfuerzo”. (M. R. IX, 4’)
“Sólo hay un conocimiento, una unión y un reposo verdaderos, que están en el fijeza realizada del fuego”. (M. R. IX, 59’)
“El abandono, la gracia y el amor son lo que libera de las prisiones de la muerte y nos hace acceder a las moradas del cielo; pero el conocimiento posesivo es lo que nos fija en el centro secreto”. (M. R. XII, 37’)
“El conocimiento verdadero implica la posesión, la absorción y la transmutación”. (M. R. XI, 58)
“Los hijos de Dios liberan de la miseria, de la enfermedad, de la vejez, de la duda y de la muerte. Es la señal que no engaña”. (M. R. IX, 10’)
“Pocos hombres han sido favorecidos aquí abajo con el conocimiento posesivo, pues pocos santos de entre los mejores son capaces de adquirir el poder divino sin perjuicio para ellos mismos ni para los demás. – Estar poseído por Dios es ser santo. Poseer a Dios es ser sabio. Pero penetrar a Dios es ser insensato”. (M. R. XI, 69-69’)
“La gracia es lo que salva lo que hay de bueno en nosotros. El amor es el que lo perfecciona, pero es el conocimiento quien realiza la unión misteriosa y última”. (M. R. VII, 10’)
25. Los dos alimentos
Rezaremos así para la comida: “Gracias Señor que te entregas para nuestro alimento bajo el velo tenebroso de las criaturas terrestres. Haz que la digestión se realice en nosotros perfectamente a fin de que recibamos tu vida preciosa y que rechacemos el veneno de la muerte” – Rezaremos así para la comunión: «Gracias Señor, que te das a nosotros para nuestra salvación, bajo el velo luminoso de la criatura celeste. Haz que tu vida gloriosa resplandezca en nosotros para siempre, después de haber aniquilado la abominación del pecado de muerte que nos mantiene en la agonía del exilio»”. (M. R. XXXVII, 15-15’)
“Así, el hombre domina el alimento terrestre y lo transforma en él. Pero es dominado por el alimento celeste que lo transforma en Dios. – Lo que repetimos aquí a todos los creyentes es un gran misterio, pues es el misterio de Dios que habita la pureza de la vida liberada de la muerte. – Por lo tanto, sólo nos queda encontrar al maravilloso Señor descendido del cielo que ha dicho: «Comed, ésta es mi carne; bebed, ésta es mi sangre». – O bien, obtener de un sacerdote secreto de Dios la comunión de este prodigioso Señor que salva de la muerte. «Orden de Melquitsedeq». – Pues en este mundo oscurecido por la muerte sólo conocemos y recibimos en imágenes, como prefiguración del gran día del juicio, en el que conoceremos y recibiremos la realidad santa y palpable. – Sin embargo, Dios ha permitido a algunos de sus sabios conocerlo en este mundo, y ha permitido a algunos de sus santos recibirlo ya aquí abajo, como las primicias de la resurrección anunciada a todos. – Así, ¿comprendemos por qué está dicho que el Señor Dios juzgará a los vivos y a los muertos, a los vivos en primer lugar y a los muertos a continuación? – Pues, incluso tener la gracia del don de vida ya desde este mundo, no nos dispensa del juicio último de Dios muy justo”. (M. R. XXXVI, 26 a 29’)
26. El Fruto
“El tocón a florecido, la flor ha dado su perfume y el fruto ha madurado pesadamente sin que nadie lo sospeche. «¿Quién comerá el don de Dios? Y ¿quién será penetrado por su esplendor?»” (M. R. XXIII, 40)
“No hemos dado un fruto maravilloso como un buen árbol plantado por el Señor en la tierra de exilio? – Los que coman de este fruto volverán al paraíso de Dios, y ya no volverán a salir de él gracias a su experiencia de la muerte”. (M. R. XXXIV, 70-70’)
27. La Salvación
“Una vez más, la promesa de la salvación es dada a los exiliados que sufren y que ruegan a Dios por su liberación. – Una vez más, la puerta del reino está abierta para los que tienen sed de la vida pura e imperecedera que resplandece en Dios”. (M. R.XXXIV, 76-76’)
“Los que nos predican el cielo y se entierran en las pequeñeces de este mundo son hipócritas que siembran el odio hacia Dios en el corazón de los humanos exiliados, en vez de hacer florecer en él su amor santo y perfecto. – La salvación de Dios no es, como algunos lo enseñan, una eventualidad remota y vaga. Es una realidad inmediata y palpable para el que la alcanza aquí abajo. He aquí lo que todos debemos saber. – Nunca nos avergoncemos de abandonar una opinión limitada y vaga para adoptar una idea más precisa y más amplia de la salvación de Dios, pues así, nos abriremos y germinaremos en Dios, en vez de estancarnos y descomponernos en el mundo”. (M. R. XXXIV, 78-78’-78’’)
28. La Piedra
“La fe, la simplicidad y la sobriedad nos mantendrán en vida con más seguridad que la ciencia, que el progreso y que la abundancia del mundo profano que va a la muerte sin saberlo. «¿Recibiremos el don de Dios con inteligencia?» – Os damos la piedra de coronación que acaba el edificio santo y su luz iluminará las naciones, porque la piedra de fundación es como la piedra cumbre, y la piedra cumbre es como la piedra de fundación en la unidad del Uno. – Los sabios y los inteligentes niegan la evidencia del milagro de Dios, y los creyentes orgullosos lo clavan en el tiempo, sin ver que se renueva constantemente ante sus ojos de ciegos – ¿No ha dicho el maestro: «Quien caiga sobre la piedra de fundamento será quebrado y sobre quien caiga la piedra cumbre será aplastado»? ¿Es que ya no lo oímos? – Muchos han sido quebrados a causa de la impureza de sus corazones que les ha impedido reconocer la piedra de fundación plantada en tierra. – Muchos serán aplastados por la piedra de la cumbre a causa de la impureza de sus ojos que les impedirá verla caer del cielo. – La piedra de fundamento es una piedra cúbica y la piedra cumbre es una piedra piramidal. ¿Lo sabíais? – No hemos añadido ni hemos suprimido nada. ¿Lo veis?” (M. R. XXVI, 47 a 50’)
29. El Libro se ofrece a los pueblos negros
“La piedra del fundamento es la más despreciada porque es oscura, pero es la más preciosa pues todas las demás están ocultas en ella. – Así, el pueblo negro es el más despreciado, pero también es el mejor, pues hará brillar a todos los demás en el Señor reencontrado”. (M. R. XXVII, 11-11’)
“Los blancos que reciben el Libro son herederos en primer lugar, pero en nada son superiores a los negros. Considerémosles a todos como hermanos iguales en el amor de Dios y recibámosles con todo el afecto, pero no los mezclemos entre sí. – No os avergoncéis del color negro que Dios ha escogido para vosotros, pues en él están escondidos todos los demás. ¿No sabéis que la luz ha salido de las tinieblas al comienzo, y que al final reposará en el esplendor dorado?
Como el Libro ha sido rehusado por los bien pensantes, el Señor lo ha ofrecido a los sencillos. Demos, pues, gracias al Señor por el don que nos hace y demos gracias a los bien pensantes que nos lo han enviado sin saberlo. – El humor del Señor es grande y se burla de los demasiado inteligentes y de los demasiado sabios de una forma inaudita. Los pueblos herederos de la doctrina del cielo que han caído en el orgullo, lo han experimentado todos en su tiempo”. (M. R. XXVII, 17-17’ y 18-18’)
“Ahora, habrá una comunidad negra heredera de la santa piedra del fundamento colocada por el ungido de Dios, pues, por primera vez, un Libro y un profeta son dados a los pueblos negros en particular, mientras que antes, la revelación divina les había sido ofrecida como quien tira un hueso a los perros, a fin de ponerles más fácilmente el collar de la esclavitud”. (M. R. XXVII, 34)
30. ¿Quién ha escrito el Libro?
“No hemos nacido en una familia rica y nadie nos ha instruido en los misterios de Dios. Hemos tenido que descubrir, solos, las sabias y santas Escrituras y hemos tenido que estudiarlas en la pobreza y en el abandono, a fin de que nadie se crea olvidado, sea cual sea su estado aquí abajo. – No hemos escrito el Libro en la paz ni en la seguridad de un santo retiro. Lo hemos escrito desde el principio hasta el fin en medio de la cloaca en fermentación de la gran ciudad, a fin de que nadie se crea abandonado, sea cual sea su situación aquí abajo”. (M. R. XXVII, 57-57’)
¿Quién ha escrito el Libro verdaderamente?
El mismo.
él (lvi)
Y ¿quién lo lee en verdad?
El mismo.
él (lvi)
(M. R. XXXII, 11 a 13’)
“Los defectos y las insuficiencias del Libro se han de imputar a nuestra debilidad y a nuestra indigencia excrementales, que pertenecen a la nada cenagosa. – Las cualidades y las bellezas de la obra se han de atribuir a nuestra luz substancial y a nuestra inspiración esencial, que pertenecen a Dios.
Así pues, nuestra individualidad temporal no debe ser un obstáculo para nadie, ya sea rechazándole, sea atrayéndole. – Pues sólo la palabra de Dios y su salvación cuentan en definitiva, y sólo ellas han de ser el objeto de todos nuestros pensamientos y de todos nuestros cuidados aquí abajo.
¿No nos hemos borrado a fin de no hacer sombra a la luz de Dios? Y ¿no hemos obrado gratuitamente? – ¿En la pobreza, en la soledad y en la reprobación del mundo, para la comunidad de nuestros hermanos humanos?
¿Nuestros maestros no son los vivientes de eternidad? – ¿Y nuestro maestro no es el Señor de la vida eterna?” (M. R. XXXII, 1 a 4’)
31. Dios
“Dios es como un fuego fijo y seco, oculto en un fuego movedizo y húmedo. Quien lo descubre posee el dominio de la vida”. (M. R. IV, 48)
“Dios es como el agua que reúne los universos y como el fuego que los madura”. (M. R. X, 59’)
“Dios es como un tesoro soterrado que pisoteamos y como un secreto oculto en la lluvia que cae sobre nuestras cabezas”. (M. R. V, 21’)
“No hay más diferencia entre las dos caras de Dios, que la que existe entre la piedra y la piedra, mas una es oscura y la otra brilla magníficamente”. (M. R. III, 61’)
“A la gloria de Dios [EL (LVI): el fuego secreto que suscita los universos, los mantiene y los consume] y al servicio de los hombres que lean con los ojos del espíritu del corazón los signos inscritos en la carne del mundo”. (M. R. dedicatorias)
DIEU LE FEU!
DIEU LE VEUT! (6)
NOTAS
(1) Véase la revista «Les Etudes Tradionnelles», nº 270, septiembre, 1948.
(2) A.-J. Pernety, Diccionario Mito-Hermético, ed. Índigo, Barcelona, 1997, ad. loc.
(3)¿Acaso no se podría decir que cuando este dabar es mudo, se puede ver como cosa y cuando habla, se oye como palabra?
(4) Véase M. R. II, 60′.
(5) Etimologías, BAC, Madrid, 1976, XI, 1.
(6) Literalmente: ¡DIOS EL FUEGO! ¡DIOS LO QUIERE!; esta sentencia se refiere al grito de combate de los antiguos cruzados: ¡DIOS LO QUIERE!