Presentación
Dedicamos este espacio a la obra de Louis Cattiaux (Valenciennes, 1904 – París, 1953), pintor, poeta, y filósofo. Contemporáneo de los movimientos vanguardistas de los convulsos años de la primera mitad del siglo XX, supo crear un estilo personal en el que subyace un evidente sustrato visionario. Cattiaux, como todos los auténticos artistas, logra atravesar el reino de la oscuridad y el inconsciente, donde naufragan la mayoría, para alcanzar el lugar de lo invisible y mostrar un cielo interior iluminado por unos astros de los que nunca han oído hablar quienes sólo disponen de sus sentidos exteriores.
Pero Cattiaux no solo es interesante por su pintura, sino también y, sobre todo, por su vinculación a la tradición hermética, pues a su práctica artística unió una fuerte orientación hacia la alquimia y a la búsqueda del Absoluto. Esta búsqueda desembocó en un encuentro: «El Mensaje Reencontrado», una obra compuesta por más de seis mil sentencias o aforismos que son mucho más que un estudio de la tradición hermética. «No basta con estudiar, -escribió el propio Cattiaux- también es necesario comprender lo que estudiamos. Y ¿para qué comprender, si no experimentamos en nosotros mismos la verdad de Dios?» (18, 40).
«El Mensaje Reencontrado» es un tratado de arte, de poesía, de filosofía, de alquimia, de hermetismo, de mística, de metafísica, de religión, de amor, de santidad en el que se aloja «la verdad de Dios». «¿Cómo definirlo? -se preguntaba Emmanuel d’Hooghvorst- Nadie lo leerá de la misma manera. ¿Quiénes serán los lectores que sabrán discernir en él una sabiduría de la unidad, tan antigua como la humanidad tradicional, una sabiduría de santidad, una sabiduría de salvación?
Cattiaux también escribió un ensayo dedicado a la pintura: «Física y metafísica de la pintura». Se trata de un texto escrito con la intención de profundizar, por medio del lenguaje artístico, en el misterio que se oculta más allá del arte.