La libertad del espíritu y del alma es indispensable para realizar la captación y la proyección artística; es el resultado del equilibrio de las facultades y de las funciones del ser por la unión interior. Se puede decir que el artista está liberado, cuando se encuentra libre del miedo a hacerlo mal y de la voluntad de hacerlo bien.
El artista ha de permanecer inmutable en medio de lo inestable, libre en el mundo, coadjutor de Dios creando el Universo.
Por eso insistimos en la utilidad de la práctica de una ascesis de desapego y de olvido de sí mismo, que se obtiene por la comunicación con los maestros espirituales y por la meditación cotidiana.
La santidad posee en efecto esa guarda extraordinaria que se llama humildad y que es la libertad conquistada a las trampas de la apariencia mundana. El santo no se toma en serio, no se enorgullece de lo que no le pertenece, y aquí abajo nada le pertenece excepto la paciencia y la alabanza.
El artista verdadero es aquel que ha arrancado el fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Es el que hace bien lo que tiene que hacer y que no se preocupa del efecto que produce en los demás; aunque hubiese de morir a causa de su no conformidad con la visión circundante.
El artista explora la vida, se pierde en ella y se reencuentra en ella.
En la verdadera obra de arte, como en la creación, no existe el aburrimiento, es la señal de su común origen divino.
El artista deberá luchar a cada instante para conservar el abandono, la facilidad de improvisación, la fantasía, la audacia y la alegría que animan la obra de arte.
El artista ofrece todo lo que tiene, a fin de no ser poseído por nada; renueva la creación para propio placer; su locura se parece a la sabiduría divina.
Por medio de la oración permanece en contacto con los maestros espirituales a los que ama, pues sabe que la inspiración viene de Dios por su ministerio; secreto este, que muy pocos conocen, pues pocos hombres saben pedir, como también son pocos los hombres que saben dar o recibir con amor.
“Libertad o muerte” para el artista más que para ningún otro hombre; esta fórmula es peligrosamente cierta todos los días de su vida, y aún más, lo que debería decorar con letras capitales los muros de su taller sería la inscripción: “gratuidad o muerte”, pues el arte es libertad, amor, gratuidad, magia y vida.
Todo será posible cuando las Bellas Artes dejen de ser consideradas entre nosotros como meras futilidades.
“Este libro es inútil, pues si no habéis descubierto el Arte en vosotros mismos, nadie os lo hará conocer desde fuera.”