Aquí no basta con la paciencia para tener éxito en semejante ensamblaje, se necesita una profunda meditación, se precisa un genio particular que está en función de la potencia de la vida interior. Con falta de propiedad, Buffon dijo: «El genio va acompañado de una gran paciencia»; pues la paciencia sólo es pasiva, mientras que la meditación es un estado activo y tiende al acto creador.
El genio es como la iluminación, que aparece después del desenmarañamiento del caos interior y que se realiza en la meditación solitaria. Es como el despertar del ser secreto y todopoderoso que dormita en cada uno de nosotros. Normalmente se dice que el genio es sublime, nosotros precisamos cuando decimos que es «sublimado».
Cuando el artista alcanza el trance creador, se vuelve como un hombre ebrio que habla consigo mismo y que ya no le preocupa ser oído o no serlo, pues su mensaje expresa el esclarecimiento de las tinieblas interiores y sirve ante todo a su propia naturaleza [.]. El final de la meditación es la creación. Así, el artista vive su sueño interior hasta la alucinación del acto divino.