La cultura aumenta el don inicial y permite su desarrollo completo.
La cultura nunca debe de ahogar la sensibilidad y el verdadero saber debe permanecer subyacente y discreto, como esas capas de aguas subterráneas que alimentan inagotablemente los pozos artesianos.
La cultura debe ser un ornamento y no una coraza, una riqueza y no un peso muerto. Ha de ayudar a conocer lo que está arriba a fin de unirlo con lo que está abajo para hacer la obra.
En el arte como en la vida, preferimos siempre una persona simple pero provista de sensibilidad a un genio ausente del amor.