02/37-38. Ahora, corresponde al hombre dar el primer paso hacia Dios, ya que también él dio el primer paso hacia la sombra. Al instante, como un imán , Dios hará recorrer al hombre el doble de camino.
13/19. La imantación del amor se comunica a los que son lo bastante puros como para darle paso. Así, de i mantados se vuelven imanes a su vez y la cadena de la reintegración que se forma en el mundo se funde en Dios.
13/41′. Todos poseemos la misma luz, pero está más o menos velada y reducida según el espesor de las cortezas tenebrosas que nos separan del imánprimero. Pero la vida encarnada decanta e ilumina al hombre atento y reposado.
05/64′. Quien alcanza a Dios perfecciona a la humanidad entera, porque entonces atrae como un imán su propia sustancia soterrada en la tumba.
14/38. El don divino de la libertad quiere que el hombre extraviado en la muerte sólo pueda alcanzar el manantial vivo y puro mediante ese otro don divino que constituye la imantación recíproca del amor.
28/35. Henos aquí como pequeñas minas del Señor del cielo, y he aquí al Señor del cielo como una pequeña mina de la inmensidad del Único Esplendor. Así, todos están en Uno como las monedas de oro están en el oro. Así, el polvo de imán se reunirá con la masa del imán y se fundirá en ella, y todo permanecerá en Uno, como antes del grito explosivo de la alegría que emulsionó los mundos sobre la faz del abismo tenebroso.
14/ 63. Los verdaderos Sabios y santos imantan a todos los hombres de buena voluntad hasta Dios, y por eso son los Hijos únicos y los servidores fieles de su Señor.
18/70. Si deseamos permanecer vivos, debemos imantar en nosotros la vida celeste para que, a su vez, nos atraiga hasta ella, donde ya no hay lugar para la muerte.
19/55′. Seamos imanes de vida y no imanes de muerte, y sepamos que todo lo que pensamos se corporifica en nosotros y alrededor nuestro y se alimenta de nuestras palabras y de nuestros actos.
24/3. Buscando el mundo agonizante, nos convertimos en imanes de muerte y moriremos. Buscando al Único viviente, nos convertiremos en imanes de vida y viviremos.
32/5. El deseo ardiente de la salvación de Dios imanta al Señor del cielo hasta dentro de nuestros corazones.