El reloj de la noche y del día de Dios
Cattiaux aparece fotografiado pintando en su casa-taller, un espacio atemporal y mágico situado en una planta baja de la plaza de Santa Clotilde, en pleno centro de París. Emmanuel d’Hooghvorst lo describió como sigue: «Su minúsculo taller de pintura, mágicamente decorado, parecía encerrar el universo entero. Allí se respiraba el perfume de algún jardín de Edén guardado muy interiormente; y uno volvía con frecuencia, sin saber demasiado por qué, quizá sencillamente imantado por el calor. Pues lo que emanaba de este hombre era un calor nunca alcanzado, totalmente distinto de la simple cordialidad, y también como el presentimiento de un secreto inmenso, vivo, pero celosamente guardado, como el pez filosófico que nada en aguas profundas. Vivía cándidamente, con sobriedad, con pobreza según los hombres, alegre y feliz como un niño y como tal, sin malicia.» En el pequeño escritorio que aparece en primer plano escribió su obra más importante: El Mensaje Reencontrado donde condensó sus experiencias herméticas.